lunes, 24 de octubre de 2011

APAGUEMOS LAS PANTALLAS Pilar Sordo


¿Por qué somos como somos?

Esta entrevista, forma parte de una extensa nota publicada en el sitio Web de la Psicóloga Pilar Sordo http://www.pilarsordo.cl/plrsrd4/entrevistas/%c2%bfpor-que-somos-como-somos. Parte de ella tiene que ver con la conducta predominante en nuestros jóvenes actualmente, resulta por ello, muy aleccionadora y explicativa acerca de sus conductas que a los mayores nos cuesta comprender.

—Vayamos a los jóvenes. ¿Por qué cree que consumen cada vez más alcohol y drogas? —

Fundamentalmente porque los adolescentes no tienen habilidades sociales que les permitan reírse a carcajadas sin estar borrachos. No saben cómo se hace. No saben entretenerse. Nadie se los ha enseñado, porque no les hemos enseñado a conversar. Desapareció definitivamente la sobremesa. El déficit emocional, la falta de habilidad social es lo que hace que hoy expresen todo en un teclado, y no lo puedan hablar de frente. La hipocresía de los pósteos, del fotolog o de cualquier página donde puedan decir atrocidades —sin tener idea del daño que producen, escudados en una cobardía y en un disfraz horroroso— hace que cuando están frente a frente al otro, no sepan cómo hablar. No sepan qué decir. Y para eso es indiscutible que el alcohol y las drogas les dan una ayuda indiscutible, porque les facilita la posibilidad de conversación, de reírse, de mirarse a los ojos, de poder entrar en una mtimidad sexual sin tener mucha conciencia. De aislarse del mundo adulto o de las responsabilidades que tan malamente le estamos mostrando a ellos, y que tendrán que enfrentar algún día.

Porque los jóvenes no quieren copiar a una generación —dicho por ellos— que no hace nada importante, sólo cosas urgentes. Que anda enojada todo el tiempo. Que olvidó los ideales. Que trabaja todo el día y no sabe por qué. Y que les cobra todo el día un esfuerzo y cansancio que ellos no pidieron. Un mundo donde las pantallas están inundando las casas.

 —Queda poco tiempo para el diálogo. —

Las pantallas inundaron nuestras casas. Los que ejercemos el control sobre las pantallas somos nosotros. Nosotros somos más evolucionados que las pantallas. Podemos decidir cuándo las prendemos, qué vemos, cuándo las apagamos para darle un espacio a la conversación. Cuándo apagamos un teléfono celular. Paradójicamente, dejamos de comunicarnos en un mundo que invita a la comunicación. Es como que los seres humanos nos hemos quedado callados y las pantallas empezaron a hablar. Cambiar eso depende de los padres. Tienen que entender que los que gobiernan la familia son ellos. Que tienen que recuperar la autoridad que perdieron en pos de tratar de ser amigos de sus hijos. Es un tremendo error. En la medida en que los padres vuelvan a gobernar las casas y vuelvan a establecer límites y a decir “no”, y vuelvan a hacer valorar la escasez, a valorar lo poco para poder gozar de lo mucho, los jóvenes recuperarán los valores y un temple firme y sólido. Urge perderle el miedo al conflicto con los hijos. Hay que pagar ese costo, si uno quiere ayudarlos a crecer.

—A esa adicción a la pantalla usted la llama “lageneración on-off”. —

Exacto. Lo traté en mi otro libro No quiero crecer. Todo lo prenden y todo lo apagan, y esperan que el mundo funcione igual. No quieren esperar, lo quieren todo y de inmediato, no saben aburrirse, no son disciplinados, tienen escasa tolerancia a la frustración. Por eso establecen relaciones afectivas rápidas, intensas, pero fácilmente descartables. Les estamos haciendo la vida demasiado fácil, y la propia vida se encargará de demostrarles lo difícil que es, si no hay aprendizajes previos. Ellos no saben que el aburrimiento puede ser muy creativo. Lo fue en nuestra infancia, donde no había tantas cosas y teníamos que inventar juegos caseros. No tengo una visión muy negativa de los adolescentes. Creo que es una generación muy verdadera, pero confundida. Sin ídolos o modelos a seguir. Pareciera que el rol de la familia hoy es tener la mayor cantidad de cosas posibles, porque sólo así podremos ser felices. Falta espiritualidad. Estos jóvenes manejan todo, salvo la propia vida. Y buscan todo afuera.

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