lunes, 8 de noviembre de 2010

NUEVAS FORMAS DE LECTURA


SABER LEER OTROS LENGUAJES
Luis Bernardo Peña Borrero

El verbo leer ha estado asociado toda la vida con los textos escritos. El iccionario todavía lo define como “pasar la vista por lo escrito o impreso, haciéndose cargo del valor y la significación de los caracteres empleados.” Enseñar a leer significa iniciar al niño en la lectura alfabética, esto es lo que quiere decir literalmente alfabetizar. Decimos que un niño es capaz de leer cuando empieza a comprender el código escrito y a expresarse mediante él, y cuando nos referimos a alguien como un lector o una lectora queremos significar que tiene un contacto cotidiano con los libros; consecuentemente, un no lector es el que no lee o lee muy pocos textos escritos. Los educadores estamos preocupados porque los jóvenes ya no leen o porque no leen lo que nosotros quisiéramos que leyeran y que dediquen, en cambio, tanto tiempo al cine, a la televisión, a la música rock o al computador. Y puesto que creemos que la lectura es de libros exclusivamente, los hemos dado de baja como lectores y hemos terminado por declarar a los medios de comunicación y las nuevas tecnologías como enemigos número uno del libro y la lectura.

Pero hoy están ocurriendo muchos cambios que nos obligan a revisar esta idea que tenemos de la lectura. ¿Por qué no, en lugar de seguirla limitando a lo escrito, pensar en una concepción de lectura que abarque también otros lenguajes? Esto nos cambiaría por completo el panorama desolador de la que se ha denominado “la crisis de la lectura”: de pronto esa crisis no tendría sólo significado negativo; tal vez habría muchas más cosas por leer y muchos más lectores de los que creemos. Los que hasta ahora hemos visto como enemigos pasarían a ser nuestros aliados y la lectura, en lugar de ir en descenso como se nos ha dicho, podría incluso encontrarse en plena expansión.

Pienso que más que al fin de la lectura, estamos asistiendo a una profunda mutación de las formas de leer. Esta mutación obedece, por un lado, a las transformaciones históricas que han venido dando nuevas configuraciones desde hace tiempo a todos los órdenes de la cultura, pero no solo a la cultura escrita. Los avances recientes en las tecnologías digitales han servido como catalizadores para precipitar esta crisis, que no es solo de la lectura, sino más bien de una manera particular de leer. Y no todo lo que ésta moviliza atenta necesariamente contra la cultura escrita; de hecho puede contribuir a enriquecerla. Más que a la agonía del lenguaje escrito, estamos asistiendo a al aparición de nuevos modos de escribir y de leer.

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