jueves, 16 de julio de 2009

APRENDER HACIENDO


Del portal Gestiondelconocimiento.com extraemos estos párrafos muy ilustrativos en lo referido a las propuestas educativas necesarias para afrontar la Educación del siglo XXI que en fin de cuentas ya va a concluir su primera década.

A los Padres y Madres de Familia nos invade constantemente la inquietud de saber si la educación que reciben nuestro hijos les servirá para alcanzar las competencias que el mundo laboral exige cada vez más. La reflexión y el análisis de las formas y de los métodos empleados en la educación son muy bien tratados en las siguientes líneas.

"¿Qué dicen las empresas y el mundo laboral en general sobre los jóvenes que acceden a su primer empleo? Que las competencias necesarias para desempeñarse en el puesto de trabajo por desgracia no se adquieren en un aula sino en la práctica diaria y a lo largo de muchos años y que necesitan invertir mucho tiempo y dinero en enseñarles habilidades básicas ya que todo parecido entre la carrera que han estudiado y el trabajo de un profesional es pura coincidencia. Algo no funciona, es evidente.

En la noticia se menciona repetidamente “resolución de problemas”, “ciudadanía activa y participativa” o “autonomía personal y un mayor sentido crítico” pero curiosamente en el colegio ni hay cursos sobre estos temas ni se enseñan de ninguna manera. También se habla de “búsqueda de información, análisis y síntesis” como si esto fuese a suceder de manera automática por el mero hecho de acceder a Internet cuando la realidad es que el colegio sostiene que existen las respuestas correctas, que los exámenes miden el conocimiento y que son un buen método para predecir el éxito en la vida. Las cosas no son tan simples ni triviales. Se insiste en que Hiru.com será una herramienta para ayudar a los padres con los deberes de sus hijos.

¿Nadie se ha parado a pensar que tal vez si los padres tienen problemas para ayudar a sus hijos con los deberes (se mencionan las ecuaciones de BUP) es porque durante su vida no han necesitado gran parte de lo que aprendieron en la escuela y por tanto no debe hacer tanta falta.

Tenemos que reconocer que la educación ha evolucionado muy poco a lo largo del tiempo. Sobre todo si lo comparamos con la ciencia, con el comercio, con las comunicaciones, en realidad con cualquier disciplina. Los pupitres de la famosa aula de Fray Luis de León no son muy diferentes de los que yo utilicé y de los que siguen vigentes hoy en día. La tónica habitual sigue siendo pizarra y borrador y esto significa que el profesor hace el 95% de trabajo. Habla, lee, explica, escribe, dicta, pregunta, etc. Pero lo curioso es que quien debería hacer el 95% del trabajo sería el alumno que es quien debe aprender. Quien debiese hacerse preguntas es él.

¿Alguien se imagina a un padre enseñando a montar en bici a su hijo y empleando el 95% del tiempo pedaleando sentado sobre la bici mientras su hijo mira y le escucha? ¿O aprender a cocinar viendo a Arguiñano en la televisión y luego haciendo un examen escrito? Si fuera así de sencillo, ni habría fracaso escolar ni la formación sería un negocio atractivo. ¿Qué diferencia existe entre una clase y un libro? Únicamente las posibles preguntas de los alumnos, algo poco frecuente por otra parte.

El modelo educativo consiste en esta fórmula: YO sé, TÚ no sabes, YO te cuento y dentro de un tiempo te pregunto (examen) si recuerdas lo que te conté. Sin embargo esto es una falacia. No aprendemos escuchando. Aristóteles lo dijo ya hace mucho tiempo: Lo que tenemos que aprender, lo aprendemos haciendo. Lo que se memoriza se olvida y sobre todo, si lo que se aprende no proviene de la experiencia propia, no se aprende y se olvida rápidamente. La máxima de la escuela debiese ser otra radicalmente diferente: TU práctica y cuando te equivoques NOSOTROS te ayudaremos. Primero la práctica, luego la teoría, algo que suele resultar difícil de aceptar.

Llegados a este punto me atrevo a hacer una afirmación apabullante: Poquísimos profesionales seríamos capaces de aprobar a día de hoy ni uno solo de los exámenes que hicimos durante la carrera. Lo curioso es que no parece que este hecho haya tenido una influencia decisiva en nuestra carrera profesional. ¿Por qué ocurre esto? Lo malo no es que hayamos olvidado lo que estudiamos en la facultad, lo malo es que ni siquiera lo llegamos a aprender aunque muchos no lo querrán reconocer. El cerebro tiene una enorme facilidad para eliminar lo inútil, todo aquello que no volvemos a utilizar en nuestra vida. La memoria y el aprendizaje van íntimamente ligados a las emociones. Y no parece muy emocionante ni impactante saber que durante alrededor de 20 años tu papel es el de sentarte en un aula a escuchar y coger apuntes.

Necesitamos un cambio. Un cambio en lo QUÉ enseñamos y en el CÓMO lo enseñamos. Este cambio va a redefinir el papel del docente, del alumno y de los contenidos. ¿Qué le deberíamos pedir a un profesor? Que instale en los jóvenes el amor por aprender y no que les llene la cabeza de datos, de certezas y respuestas sino de preguntas. Einstein (un ejemplo de mal estudiante) decía que lo importante es seguir haciéndose preguntas. Aprender significa ser curioso, preguntarse por que. Eso no ocurre en el colegio donde lo que sirve es memorizar y donde nos miden y nos valoran por las respuestas. Se trata de pasar del habitual individualismo (“mira a tu hoja”, “no hables con el de al lado” “habéis entendido todos, ¿verdad?”) al intercambio, al trabajo colaborativo y las comunidades de aprendizaje. Al fin y al cabo, en la vida, en el trabajo se funciona por equipos y los problemas no tienen una sola solución correcta.

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