La mayoría de los esfuerzos para lograr las competencias necesarias para una buena lectura en la Institución Educativa, están dirigidas preferentemente a la comprensión lectora. La fluidez asociada a la velocidad y la debida decodificación con el enfásis que requiere un lectura viva están subordinados a la competencia líder : la comprensión lectora, es decir, el alumno lector construye el significado para sí aunque no pueda trasmitirlo después correctamente a sus interlocutores.
Nos parece que esa es una incompleta forma de crear la competencia lectora. A continuación reproducimos un artículo publicado por el Ministerio de Educación y Cultura de España.
EVALUACION DE LAS COMPETENCIAS LECTORAS
Comenzando con la evaluación de los procesos de acceso al léxico, el principal problema con que nos encontramos es su enorme complejidad, ya que la lectura puede descomponerse en una multitud de habilidades y destrezas parciales, relacionadas entre sí, pero diferentes unas de otras, lo que nos obliga a un esfuerzo de agrupación.
Aunque no existe un modo único de proceder a tal categorización del objeto de estudio, lo cierto es que existe una cierta tradición que agrupa las habilidades de lectura en Exactitud, Velocidad y Comprensión. Por nuestra parte, creemos que esta clasificación, aunque aceptable en líneas generales, es insuficiente, por lo que preferimos emplear una algo más amplia y, a la vez, más matizada.
1. Exactitud Lectora:
Como su propio nombre indica, esta primera variable hace referencia a la destreza del lector para decodificar correctamente la palabra escrita, es decir, para producir oralmente la palabra escrita, con independencia de que se acceda o no a su significado.
Evidentemente, por correctamente debe entenderse que el lector decodifica bien los diferentes fonemas, como que lo hace en la secuencia apropiada y con la acentuación debida, si bien algunos autores diferencian entre la habilidad para realizar adecuadamente los dos primeros procesos y para llevar a cabo los tres.
Por lo general, la EL es analizada a través de la constatación de los errores de decodificación que comete el lector, que podemos resumir como sigue:
· Sustitución de letras: El lector produce un fonema diferente al que realmente corresponde a la letra decodificada. Aunque algunos autores distinguen como un error diferente la denominada “rotación” (decodificación del fonema que corresponde a una letra simétrica a la original, como cuando se lee /b/ al decodificar /d/), por considerarlos ejemplos típicos de alteraciones perceptivo-visuales, nosotros no somos partidarios de ello en absoluto, ya que:
(a) estadísticamente la proporción de rotaciones en español es más que insignificante;
(b) muchas de las sustituciones llamadas rotación se dan con letras que representan fonemas casi idénticos (por ejemplo, es mayor la similitud fonológica entre /p/ y /b/ que la similitud visual entre las letras p y b).
· Sustitución de palabras: En ocasiones la sustitución de una letra da lugar a que se decodifique una palabra diferente a la original, hablándose de sustitución de palabras en estos casos, al igual que cuando se produce lo que Glez Portal (1984) denomina “invención”, que sería el cambio de la palabra original por otra con la que la secuencia de letras no guarda sino una similitud parcial (por ejemplo, leer “botella” por “bebida”.
· Adición: El lector añade un fonema o sílaba al estímulo original (p.ej., en lugar de pla lee pala o en lugar de patata lee patatas). Como puede fácilmente verse con el segundo de los ejemplos, a veces una adición da lugar a que se decodifique una nueva palabra, por lo que en estos casos podría hablarse tanto de este error como del anterior.
En nuestra opinión, en el proceso de evaluación psicopedagógica esta no es una cuestión de importancia, ya que –como veremos más adelante- son las tendencias de errores las que nos interesan, de modo que se podría optar por catalogar los errores de este tipo de cualquiera de ambos modos, al igual que podría hacerse con las dudas entre una sustitucion y una sustitución de palabras.
· Adición de palabras: A veces el lector emite una palabra completa que no aparece escrita, siendo éste el error denominado adición de palabras; un error que suele darse sólo en lectura de textos y que suele consistir en la adición de adverbios, preposiciones o conjunciones.
· Omisión: El lector no produce el fonema correspondiente a una letra presente en el texto. Generalmente, las letras cuya lectura se omite suelen ser la I y U en diptongos, la L y la R en sílabas como BRA, PLA, TRES, y las consonantes en posición final de sílaba (N, R, L...).
· Omisión de sílabas: Como en el caso anterior, no se produce la decodificación de un segmento de la palabra, sólo que ahora es una sílaba el segmento omitido.
· Omisión de palabras: En la lectura de una frase o un texto, se omite una palabra completa, que suele ser un adverbio, artículo, pronombre o cualquiera otra palabra funcional (por lo general, además, monosílabas).
· Inversión de orden: En este caso la falta de exactitud consiste en alterar el orden de los fonemas en la secuencia de la sílaba o palabra, como cuando se lee tar en vez de tra o ple en vez de pel. Aunque las inversiones de orden más frecuentes se suelen dar en le marco de una sílaba, las hay también que afectan a dos sílabas subsecuentes (a veces llamadas “traslocaciones” o “trasposiciones”), como cuando se lee Grabiel en vez de Gabriel o colodaro en vez de colorado, si bien en este último ejemplo cabe entender que no se ha producido una inversión de orden, sino dos sustituciones (/r/ pasa a /d/ y luego /d/ pasa a /r/).
Como ya dijimos al hablar de las sustituciones de palabras, creemos que en estas situaciones cada error debe analizarse en el marco de la tendencia de errores que comete el lector en particular que estemos examinando.
2. Velocidad Lectora:
De amplio uso en la evaluación de la lectura, esta variable ha sido definida a menudo como “velocidad de asociación entre grafemas y fonemas” (González Portal, 1984, pág. 89), pero parece claro que esta es una definición inapropiada a la luz del conocimiento actual sobre las diferentes rutas o estrategias de lectura, ya que excluye expresamente la lectura por vía directa; así, sería más apropiado definirla como la tasa de palabras que el lector decodifica por unidad de tiempo (generalmente expresada en términos de palabras por minuto o de palabras por segundo). Aunque es posible valorar esta habilidad tanto en tareas de lectura oral como de lectura “silenciosa”, habitualmente suelen emplearse tareas del primer tipo, por la dificultad de obtener medidas fiables en las segundas.
3. Fluidez Lectora:
Esta nueva variable podemos definirla como la habilidad del lector para producir la lectura con un ritmo similar al de la expresión oral, es decir, sin fragmentar las palabras, sin silabear, etc. A menudo no se la tiene específicamente en cuenta en la evaluación porque, evidentemente, sus efectos quedan reflejados en la velocidad lectora; no obstante, como justificaremos dentro de un momento, el examen de la fluidez en la decodificación es un elemento de gran importancia para poder inferir el tipo de procesos de acceso al léxico empleados por el sujeto, así como ciertos aspectos relevantes de los mismos.
Como en el caso de la EL, la fluidez en lectura suele analizarse en témirnos de los fallos que se producen en este aspecto durante la lectura en voz alta (generalmente de palabras, frases y textos). Fallos que podemos concretar en lo siguiente:
· Vacilación: El lector titubea y se detiene cierto tiempo, como dudando, antes de leer una letra, sílaba o palabra, con independencia de que al final el resultado sea correcto o no. Aunque algunos autores sólo consideran que hay vacilación cuando al final se lee bien la letra, palabra o sílaba,debe tenerse en cuenta que esto suele proponerlo quien no diferencia entre exactitud y fluidez, como Cervera y Toro (1984) en las normas del TALE; sin embargo, al distinguir entre EL y FL creemos que es más adecuado constatar la presencia de dos tipos de problemas diferentes, si es el caso: uno de EL (el que cometa el sujeto) y otro propiamente de fluidez (la vacilación).
· Repetición: El lector reitera lo ya leído una o más veces seguidas, ya sea una sílaba, toda una palabra o una serie de palabras, excluyéndose aquellos casos en que la reiteración se deba a disfemia del lector.
· Silabeo: Consiste en leer una palabra descomponiéndola en sílabas (p. ej., leer me...sa en lugar de mesa, o me...si...ta en vez de leer mesita), ya sea total o parcialmente (es decir, también sería un silabeo leer sí...laba en lugar de sílaba).
· Fragmentación: Para algunos autores, no obstante, el último ejemplo propuesto no sería un silabeo, sino una fragmentación, o error consistente en leer una palabra en dos momentos (lenta...mente, por ejemplo). En cualquier caso, nuestro punto de vista es que la adopción de una u otra categoría para esos casos dudosos no tiene la menor relevancia, ya que lo que realmente interesa es observar qué representan estos errores desde el punto de vista del procesamiento que está efectuando el lector, y tanto si hablamos de fragmentación como si lo hacemos de silabeo el problema de fondo parece ser el mismo. De hecho, diferentes conductas lectoras observables son a menudo expresiones distintas de un mismo proceso mental, como cuando una vacilación
encierra una lectura silenciosa silabeante previa a la lectura oral.
· Rectificación espontánea: Como error de fluidez podemos incluir, finalmente, aquel caso en que el lector comete un error de exactitud, percibe su error y procede espontáneamente y de inmediato a una lectura correcta (p. ej., cuando lee en primer lugar kenicero y acto seguido lee “cenicero”). Aunque este tipo de error podría incluirse también como un caso especial de problema de EL (sustitución autocorregida, omisión autocorregida...), lo incluimos en este apartado porque afecta de manera clara al ritmo de la decodificación y supone un grado de dominio de la lectura mayor que los errores de exactitud antes citados.
4. Expresividad Lectora:
Si las variables anteriores se relacionan, fundamentalmente, con la decodificación de la fonología segmental, la expresividad se relaciona con la decodificación de la fonología suprasegmental, esto es, con la producción de una prosodia y entonación apropiadas, lo que García Yagüe describe como la modulación básica de la lectura oral.
En su nivel más elemental, este aspecto del comportamiento lector suele describirse a partir de la observación de la decodificación que el sujeto hace de los signos de puntuación (incluidos los signos de admiración e interrogación), pero la expresividad es mucho más compleja y supone otros procesos superiores, muy relacionados con la comprensión (y poco conocidos por el momento), que se traducen en conductas como como la producción de los esquemas tonales apropiados a cada oración, la representación del estado de ánimo del personaje de una narración mediante la voz, el dar el tono afectivo apropiado (irónico, melancólico, exaltado...) a cada fragmento del texto, etc.
5. Comprensión Lectora:
Tal y como quedó de manifiesto en el capítulo dedicado a los procesos de lectura, la comprensión lectora constituye una capacidad enormemente compleja que, desde el punto de vista del “producto” final, puede separarse en comprensión del significado de las palabras (también de los giros, modismos y locuciones), comprensión de las proposiciones vehiculadas por las frases, comprensión de párrafos y comprensión de textos propiamente dicha (incluyendo aquí habilidades como la realización de inferencias de diversa naturaleza, la de sintetizar las ideas principales, relacionar ideas principales y secundarias, etc.).
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