La conducta agresiva es aprendida o reforzada cuando los niños son premiados por su agresión, como ocurre a menudo. Con un solo acto agresivo, un niño puede lograr un juguete o un turno; hacer que otros niños lloren, griten, o corran; hacer que los adultos se muevan rápidamente y hablen de manera recia; y hacer que un objeto vuele a través del aire y se choque con un estruendo satisfactorio.
Aún cuando el niño no recibe un beneficio tangible de su acto agresivo, el causar una perturbación pronunciada o notoria, acompañada con la atención del maestro y los pares, puede ser una recompensa en sí misma. En las aulas de preescolar, la mayoría de los actos agresivos tienen como resultado que la víctima de la agresión entregue un objeto, llore, o salga corriendo.
Cuando esto pasa, lo más probable es que el agresor lance luego un nuevo ataque contra el mismo niño, de la misma manera. Otros niños en el aula de clase que observen esta agresión exitosa, o quiénes se han vuelto víctimas de agresión, es probable que comiencen a realizar ataques ellos mismos, y también es probable que éstos sean premiados.
Si se permite que la agresión en el aula de clase continúe, aumentará dramáticamente en el transcurso del año escolar. La combinación de observar a los pares actuando agresivamente con el ser premiados por sus actividades agresivas, les enseñará, incluso a los niños no agresivos inicialmente, a comportarse de forma violenta . A menudo, un maestro bien intencionado consuela a un niño agresor o se involucra en un razonamiento extenso y otros "procesamientos" del episodio, inmediatamente después de que éste ocurre. Este tipo de respuesta funciona a menudo como un premio para la conducta agresiva del niño.
Del mismo modo, cuando la respuesta del maestro es reprender o sermonear al agresor, la atención, aunque sea negativa y con el fin de detener la agresión, puede aumentar en cambio la probabilidad de que el acto agresivo se repita . Incluso la simple atención del maestro a las palabras agresivas puede aumentar los actos violentos.
Por otro lado, simplemente ignorar la agresión puede ser igualmente perjudicial. Un adulto que presencie una situación agresiva y no interfiera, puede darles a entender a los niños que aprueba dicha conducta agresiva. Es factible que la agresión en presencia de un adulto que no reacciona aumente con el tiempo, presumiblemente porque los niños interpretan la falta de reacción del adulto como una aceptación tácita de su agresión.
La agresión física hacia otros niños simplemente no puede ignorarse. Las consideraciones sobre la seguridad y los derechos de protección de todos los niños en la clase contra cualquier tipo de daño físico exigen que el maestro intervenga de alguna manera. La cuestión es, entonces, cómo puede él intervenir de modo que minimice el efecto potencial de recompensa por obtener su atención, ayude a reducir la posibilidad de agresión futura, y estimule a los niños a usar soluciones alternativas no violentas para satisfacer sus necesidades o para la resolución de sus conflictos.
Los niños que se comportan de manera agresiva y perturbadora tienen gran habilidad para cautivar la atención, mientras que los niños que se involucran tranquilamente en actividades constructivas y cooperativas son fácilmente desapercibidos y pasados por alto.
Un maestro eficaz observa las respuestas de los niños cuidadosamente para descubrir cuáles formas de atención son las más valoradas por cada niño. La atención significa lo máximo para los niños que tienen una relación amistosa con el maestro. La primera prioridad de un maestro debe ser construir una relación con cada niño en la clase siendo colaborador, amistoso y brindándoles apoyo.
Los maestros pueden adaptar una variedad de formas de atención verbales y no verbales que se ajusten individualmente a los niños. Las formas verbales de atención incluyen muchos tipos de conversación entre los niños y los adultos, como los comentarios generales acerca del día, las sugerencias, las preguntas, las invitaciones, los retos, o las bromas. Las formas de atención verbal especialmente positivas incluyen el elogio, el estímulo, los cumplidos o halagos y las expresiones de afecto.
Entre las formas de atención no verbales se incluyen hacer gestos positivos, reírse juntos, mostrar interés en el niño al mirarlo y escucharlo atentamente, y mirar al niño mientras se sonríe, se guiña el ojo o se aplaude. Algunos niños disfrutan compartir un abrazo con el maestro, pero otros prefieren formas menos directas de contacto físico. Ayudar al niño con una tarea, satisfacer una solicitud del niño, darle materiales especiales, participar con el niño en una actividad, o esperarlo mientras termina una actividad son otras maneras de prestarle atención. El maestro creativo descubrirá formas de atención que se sientan naturales y sean apropiadas para cada niño en la clase.
Aún cuando el niño no recibe un beneficio tangible de su acto agresivo, el causar una perturbación pronunciada o notoria, acompañada con la atención del maestro y los pares, puede ser una recompensa en sí misma. En las aulas de preescolar, la mayoría de los actos agresivos tienen como resultado que la víctima de la agresión entregue un objeto, llore, o salga corriendo.
Cuando esto pasa, lo más probable es que el agresor lance luego un nuevo ataque contra el mismo niño, de la misma manera. Otros niños en el aula de clase que observen esta agresión exitosa, o quiénes se han vuelto víctimas de agresión, es probable que comiencen a realizar ataques ellos mismos, y también es probable que éstos sean premiados.
Si se permite que la agresión en el aula de clase continúe, aumentará dramáticamente en el transcurso del año escolar. La combinación de observar a los pares actuando agresivamente con el ser premiados por sus actividades agresivas, les enseñará, incluso a los niños no agresivos inicialmente, a comportarse de forma violenta . A menudo, un maestro bien intencionado consuela a un niño agresor o se involucra en un razonamiento extenso y otros "procesamientos" del episodio, inmediatamente después de que éste ocurre. Este tipo de respuesta funciona a menudo como un premio para la conducta agresiva del niño.
Del mismo modo, cuando la respuesta del maestro es reprender o sermonear al agresor, la atención, aunque sea negativa y con el fin de detener la agresión, puede aumentar en cambio la probabilidad de que el acto agresivo se repita . Incluso la simple atención del maestro a las palabras agresivas puede aumentar los actos violentos.
Por otro lado, simplemente ignorar la agresión puede ser igualmente perjudicial. Un adulto que presencie una situación agresiva y no interfiera, puede darles a entender a los niños que aprueba dicha conducta agresiva. Es factible que la agresión en presencia de un adulto que no reacciona aumente con el tiempo, presumiblemente porque los niños interpretan la falta de reacción del adulto como una aceptación tácita de su agresión.
La agresión física hacia otros niños simplemente no puede ignorarse. Las consideraciones sobre la seguridad y los derechos de protección de todos los niños en la clase contra cualquier tipo de daño físico exigen que el maestro intervenga de alguna manera. La cuestión es, entonces, cómo puede él intervenir de modo que minimice el efecto potencial de recompensa por obtener su atención, ayude a reducir la posibilidad de agresión futura, y estimule a los niños a usar soluciones alternativas no violentas para satisfacer sus necesidades o para la resolución de sus conflictos.
Los niños que se comportan de manera agresiva y perturbadora tienen gran habilidad para cautivar la atención, mientras que los niños que se involucran tranquilamente en actividades constructivas y cooperativas son fácilmente desapercibidos y pasados por alto.
Un maestro eficaz observa las respuestas de los niños cuidadosamente para descubrir cuáles formas de atención son las más valoradas por cada niño. La atención significa lo máximo para los niños que tienen una relación amistosa con el maestro. La primera prioridad de un maestro debe ser construir una relación con cada niño en la clase siendo colaborador, amistoso y brindándoles apoyo.
Los maestros pueden adaptar una variedad de formas de atención verbales y no verbales que se ajusten individualmente a los niños. Las formas verbales de atención incluyen muchos tipos de conversación entre los niños y los adultos, como los comentarios generales acerca del día, las sugerencias, las preguntas, las invitaciones, los retos, o las bromas. Las formas de atención verbal especialmente positivas incluyen el elogio, el estímulo, los cumplidos o halagos y las expresiones de afecto.
Entre las formas de atención no verbales se incluyen hacer gestos positivos, reírse juntos, mostrar interés en el niño al mirarlo y escucharlo atentamente, y mirar al niño mientras se sonríe, se guiña el ojo o se aplaude. Algunos niños disfrutan compartir un abrazo con el maestro, pero otros prefieren formas menos directas de contacto físico. Ayudar al niño con una tarea, satisfacer una solicitud del niño, darle materiales especiales, participar con el niño en una actividad, o esperarlo mientras termina una actividad son otras maneras de prestarle atención. El maestro creativo descubrirá formas de atención que se sientan naturales y sean apropiadas para cada niño en la clase.
Tomado de La prevencion temprana de la violencia
Ronald G. Slaby, Wendy C. Roedell, Diana Arezzo y Kate Hendrix.
El articulo esta muy bueno, que lastima que en Peru las denuncias solo se puedan hacer en los colegios publicos. Yo tengo una denuncia en la UGEL 07 por maltrato psicologico pero se hacen de la vista gorda y dejan que se continue con el abuso, presente mi caso en Septiembre 2010 y hasta ahora sigue, tuve que retirar a mi hija de la institucion Gertrude Hanks de Villa ya que ellos optaron por no despedir a la profesora maltratadora y mi hija se sentia humillada y despreciada por ella, encima la ridiculizaba en frente a todo el salon y la llamaba mentirosa
ResponderEliminar