Gordio era un simple campesino que criaba ovejas y cultivaba uvas, pero que por su aguda inteligencia se convirtió en rey de Frigia una antigua región de Asia Menor que ocupaba la mayor parte de la península de Anatolia, en el territorio que actualmente corresponde a Turquía.
Se dice que cuando subió al trono ató sus antiguas herramientas con lo que la historia conoce como nudo gordiano, pero de tal manera que los nudos no podían ser desatados. Los oráculos proclamaron que cualquiera que lograra deshacerlos se convertiría en emperador.
Cuando Alejandro Magno (356–323 a. C.) se dirigía a conquistar el Imperio Persa, en el 333 a. C., tras cruzar el Helesponto, conquistó Frigia y se enfrentó al dilema de desatar el nudo. Según se cuenta, hizo inútiles intentos de desatar algunos nudos, pero cuando finalmente se enfureció por su falta de éxito, extrajo la espada y cortó la cuerda, exclamando que "ésa es la manera dictada por el sentido común de conseguir una cosa que se desea".
Solucionó el problema cortando el nudo con su espada. Esa noche hubo una tormenta de rayos, simbolizando, según Alejandro, que Zeus estaba de acuerdo con la solución, y dijo: «es lo mismo cortarlo que desatarlo».
EL NUDO GORDIANO 23 SIGLOS DESPUES
Es extraño que aquellos que conocen esta historia y su cuestionable culminación la respalden con cierto aire de supuesto orgullo cuando han superado alguna dificultad y dicen: ¡He cortado el nudo gordiano!".
Tal despropósito alude no a la actividad ingeniosa que busca asumir el reto de resolver las complicaciones de un problema sino por el contrario zanjar el tema de la manera más simplista.
En tiempos como los que vivimos se requiere de grandes dosis de diálogo con trato humano para afrontar conjuntamente los nudos gordianos que se presentan en el día a día.
Lo requiere la sociedad para avanzar en la solución de los problemas que la aquejan, y también la Escuela para desarrollar estrategias y planes que la pongan al mismo ritmo de los avances tecnológicos los cuales requieren que las Instituciones Educativas sean capaces de asumir el reto de desatar los nudos gordianos con ingeniosidad.
Si por el contrario, los responsables de ello asumen la actitud de Alejandro Magno de optar por la solución más sencilla (aunque no sea la apropiada) o por posturas de fuerza antes que de razón, no escucharán la voz del mitológico Zeus tonante, sino la demanda encarecida de la sociedad que verá preocupada el atraso y el desfase de una Escuela incapaz de liderar el avance que es imprescindible para su bienestar.
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