miércoles, 9 de junio de 2010

EL IMPACTO DE LA TV EN LOS NIÑOS


Por: Julio Hevia Garrido Lecca, psicólogo, psicoanalista y magíster en Comunicación y Cultura.

En vez de nacer con un pan bajo el brazo, los niños vienen hoy, casi sin distingos de clase, con un Control remoto en la mano. De un tiempo a esta parte , el televisor ocupa un lugar preferencial en la escena hogareña y en la disposición de su mobiliario. Es incluso paradójico resaltar el hecho de que la misma palabra hogar, derive de hoguera, del calor desprendido por el fuego. Ese calor, Antaño entrañable, ha sido reemplazado, le pese a quien le pese, por el parpadeo luminoso que las ventanas televisivas, en su colorida oferta diaria, despiden.

Si consultamos las investigaciones desarrolladas sobre el impacto de la TV en la población infantil, vemos que estas indican precarios desarrollos intelectuales, evidentes márgenes de tolerancia y no pocas manifestaciones de irritabilidad entre los menores. A tales síntomas se suman las conocidas dificultadas del escolar para relatar, argumentar o sustentar puntos de vista.

Recordará el lector ya maduro el impacto que, en sus años mozos, supuso la llegada del televisor en nuestra agujereada Lima. ¿Quién iba a poder prever el espectro de efectos sociales y rebotes imaginarios que, desde fines de los sesenta, comenzaban a insinuarse con la propagación del medio televisivo? Obviamente no faltaron los expertos que, como Armand Mattelart, llevaron al extremo sus pronósticos respecto a la alienación televisiva; el sociólogo francés consideraba indiscutible un incremento de las patologías en el televidente, en función del número de horas que éste pasaba ante la pantalla.

Sin embargo, una es la televisión original, la que luchaba por ocupar un lugar en el mundo, y otra la televisión actual que, en gran medida, gobierna nuestra mirada hacia ese mundo. Una era la televisión que pretendía reflejar la realidad, y otra la TV de hoy, protagonista de los hechos y verdadera fabricante de una nueva realidad. De allí que el vaticinio de Matterlat debe atemperarse, pues si bien la locura se ha expandido e incluso puesto de moda en diversas esferas, la propia humanidad ha sabido informarse, precisamente a través de la televisión , sobre la sombría vinculación entre las cosas correctas y lo que de anormal hay en su puesta en marcha; hemos sido testigos de las políticas irracionales de los gobiernos y de sus oscuras conexiones con otros dominios.

Por todo lo anterior, no debería llamarnos la atención el hecho de que tanto los detractores de la televisión, escépticos de raíz, como aquellos que, más ingenuos, propusieron un uso orientado a propagar contenidos de interés, fueran olímpicamente ignorados por la marea mediática. Para decirlo con Humberto Eco: que ni los abiertamente apocalípticos, ni los condicionalmente integrados, hayan conseguido impedir que la empresa televisiva arrase con toda resistencia ideológica, con toda alternativa cultural, con alguna estrategia más creativa.

Lo cierto es que, orientando como orientamos nuestra mirada hacia la TV, acudiendo a ella día y noche , antes o después de la jornada laboral, con el propósito de informarnos, entretenernos o adormecernos, contribuimos también a la destitución del célebre Homo sapiens para convertirnos en un, más estelarmente mediático, Homo Zapping. Para nada es casual que Internet, otro sucedáneo de las pantallas contemporáneas, programado para nuestra pretendida actualización y progreso, resulte ser también el que mejor recubra las dificultades que detenta el usuario promedio para revisar textos de cierta complejidad, y nos fortalezca, con la mayor naturalidad, en el hábito de cortar y pegar.

¿Qué proponer, sobre el problema acá expuesto, que no sea un lugar común ni solo traduzca nuestras buenas intenciones? Para empezar, no caigamos en la lógica del sí o no y veamos con calma qué estrategias, si se quiere intermedias, vale la pena todavía poner en juego. Por ejemplo, un ángulo fundamental que se desprende de lo descrito es el aislamiento del niño frente al televisor , abandono sufrido incluso cuando son varios los pequeños que se encandilan en simultáneo con la TV.

Evaluaciones hechas en Europa demuestran que cuando el niño ve la televisión con un adulto al lado, gana expresividad, manejo lingüístico y ratifica logros sociales que , en su ausencia , está lejos de consolidar, no lo olvidemos. Hay todavía un buen número de decisiones que tomar en el hogar, concretamente , respecto a la TV, que parecen pasar por la frecuencia no adictiva, por la distancia prudencial y por lo propósitos selectivos con que nos acercamos a esos cristales que la tecnología dice poner a nuestro servicio: las pantallas televisivas.

Tomado de la Revista Padres No. 141 Abril 2010.


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