Escrito por Dr. José Luis Pérez Albela
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Los padres nunca dejan de sentirse como tales aunque los hijos ya estén crecidos, y, como dice la profesora Azam Sahih de Matin, especialista en virtudes y valores, debemos serlo por etapas, en un inicio como educadores, luego como autoridad, después como consejeros y finalmente como consultores.
En los primeros años de vida los niños imitan, por eso es importante educarlos con el ejemplo, se instruye de adentro para afuera, es decir, dando lo mejor de nuestro interior y siendo una guía que le enseñe el camino a transitar con espiritualidad.
Los menores a partir de los 7 a 14 años son atraídos por la belleza, el arte y la creatividad, y los padres deben ser autoridad pero con bondad, sin rigidez, sin ser dictadores. Los alumnos esperan que sus profesores les cuenten y expliquen para que se inspiren.
Un profesor pierde autoridad ante sus estudiantes cuando solo dicta o lee en clase porque solo está trasmitiendo palabras, es puro intelecto y los menores escuchan sin ánimo y distraídos, es bueno narrar la historia, una biografía, describir con detalles un paisaje, explicar una operación, con sencillez, alma y creatividad.
En la adolescencia y juventud debemos ser consejeros porque físicamente los hijos son más adultos que menores, sus cuerpos ya están fabricando hormonas (estrógenos y testosteronas), quieren y hay que dejarlos intervenir y que opinen en las decisiones familiares. Si los padres son buenos consejeros, los hijos en esta etapa van a ser consejeros más evolucionados para sus padres, porque tienen una cosmovisión más amplia del mundo de hoy.
Jesús consultaba al concejo de sabios o gerontos, sigamos su ejemplo en nuestra vida personal, como comunidad y país; los alcaldes y autoridades gubernamentales deberían convocar a sus sabios y personalidades más destacadas que ahora están en la tercera edad y congregarlos como consultores.
La tolerancia y la paciencia son importantes para la armonía en el hogar, para controlar nuestros impulsos y no dañar a los seres que más queremos. El amor todo lo comprende, todo lo perdona, amortigua todo y la tolerancia y paciencia son actos bondadosos que nos llevan a la comprensión, que es ponerse en el lugar de la otra persona.
Cuidado con asfixiar a sus hijos, eso satura, evite los sermones, hablar con gritos, hay madres que quieren perpetuar la infancia de ellos. Si su hijo no comprende lo que usted le dice háblele en silencio, pídale a Dios por su alma, que lo libere de las cosas que lo dañan. Dios en su infinita misericordia llegará a su corazón. Tengan fe, actúe con amor divino, respete a quienes le rodean, ame a su prójimo como a sí mismo. "Viendo en cada ser humano algo digno de alabanza, vamos a poder ser más amigos de la humanidad y si estamos más dispuestos a ver primero lo bueno y positivo de todo tendremos más tolerancia", aconseja la profesora Azam
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