sábado, 6 de diciembre de 2008

MODELOS DE DISCIPLINA ESCOLAR

Existen tres modelos disciplinarios que muchas veces coexisten en una misma institución, pero solo uno permite la organización de una Convivencia Escolar Democrática.

Modelo autoritario

Para este modelo la disciplina es un mero orden externo de las personas y las actividades. Busca moldear el comportamiento de acuerdo a lo socialmente aceptado, aunque no siempre se cumpla en la vida real. Se sustenta en el poder de la autoridad, que a través de castigos genera el temor en los estudiantes. Casi nunca reconoce o premia los buenos comportamientos.

Niños y adolescentes tienen que aceptar lo que los adultos proponen por el principio de autoridad. La actividad básica del encargado de disciplina es vigilar el cumplimiento de las reglas.

Cuando el alumno no cumple, pierde puntos o se hace acreedor de sanciones.

Este modelo que propone el cumplimiento de una serie de normas, que a veces los estudiantes no entienden, reduce la libertad y origina que ciertos adolescentes deseosos de afirmar su identidad e independencia, frente a los arbitrarios designios adultos, encuentren satisfacción en quebrar las reglas y retar a la autoridad.

La tradición militarista de nuestro país ha reforzado esta concepción de la disciplina. Todavía muchas personas piensan que con la instrucción premilitar volvería la disciplina a las escuelas.

Esta concepción, una de las principales enemigas de la democracia y de la propuesta de acompañamiento tutorial, debe ser modificada.

Detrás de este modelo subyace una concepción fundamentalista de la formación ética: los valores y las normas de comportamiento se transmiten por imposición, no importa que la sociedad no crea en ellos. Se moldea el carácter de los estudiantes para que asuman sin reflexión los valores y las normas propuestas. Su método característico es el de la “educación del carácter”.

Modelo permisivo

Surge a partir de una sobrevaloración del concepto de “autoestima” y del rechazo a la rigidez tradicional, que resta importancia a la obligación de los padres y maestros de controlar a los niños. Este modelo supone que todo tipo de castigo es perjudicial e injusto. Sostiene que basta con conversar con los niños y hacerlos razonar sin emplear recursos que puedan dañar su autoestima.

La excesiva indulgencia, permisividad y sobreprotección ha traído como consecuencia que varias generaciones desafíen toda forma de autoridad que se oponga a la satisfacción de sus inquietudes y deseos. Cuando los niños crecen, y llega la pubertad y la adolescencia, asumen comportamientos muy difíciles de controlar.

Detrás de este modelo se aprecia una concepción individualista y hedonista del hombre, que se ajusta a la cultura consumista. Los deseos, de la categoría que sean, se convierten en la pauta principal de la vida y de nuestros comportamientos.

La formación ética que sostiene este modelo es la relativista: cada estudiante debe tener sus propios valores y no se deben poner límites. Su método preferido es el de la “clarificación de valores”, que se fundamenta en que los valores sean elegidos y asumidos libremente por los estudiantes.

Modelo democrático

Democracia y autoridad no se contraponen, un modelo democrático de convivencia escolar exige un ejercicio distinto de la autoridad. La autoridad se ejerce dentro del respeto al “estado de derecho”. En el caso de las instituciones educativas, esto quiere decir que se respetan las leyes, especialmente las que se refieren al código de niños y adolescentes. También que las normas de la institución son claras y están relacionadas con las capacidades y ejes curriculares nacionales propuestos por el Diseño Curricular Nacional, especialmente aprender a ser y aprender a convivir.

Las normas y los valores éticos que lo sostienen: Libertad, Respeto, Justicia y Solidaridad no se imponen por la fuerza, que es distinto a no defenderlos con firmeza. Los estudiantes los aprenden, gracias a la mediación del adulto, a través del razonamiento, la reflexión, la discusión, el ejemplo y la aceptación de las consecuencias que trae su incumplimiento.

A los estudiantes se les forma en el conocimiento y cumplimiento de esas normas. El ejercicio de la autoridad democrática también es preventiva: los docentes garantizan que la institución educativa sea un lugar amable, seguro y saludable, y disuaden con su presencia, al lado de los estudiantes, las potenciales violaciones de las normas. Mediante la función reguladora de la convivencia escolar, aplican con justicia y oportunidad las sanciones que, en la medida de lo posible, deben tener carácter reparador.

Dentro del modelo democrático de convivencia escolar, la disciplina no es otra cosa que el respeto al estado de derecho tanto por parte de los estudiantes como de los docentes. A medida que el estudiante va conociendo las normas y aprende a respetarlas, llegará a la autodisciplina.

Tanto en la formación como en la prevención y en la regulación, se debe tener en cuenta la etapa del ciclo vital en el que se encuentran los estudiantes. El desarrollo del pensamiento y el juicio moral ayuda a precisar cómo formar, prevenir y regular según las diferentes edades.

En este modelo subyace una concepción dinámica. La persona no es una realidad que debe sujetarse a un patrón preestablecido, debe descubrir los principios que le permitan construirse a sí misma en el respeto y la solidaridad con los demás.

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